Mientras la multitud se apiña para subir a los barcos turísticos municipales que salen del muelle principal en el centro de la ciudad, en la plaza Vigadó, podrá hacer su propio viaje personalizado.

Uno de estos es el Dry Martini, con capacidad para hasta diez pasajeros y dirigido por una tripulación con mucha experiencia. Ya sea por la mañana, disfrutando de un viaje con desayuno a bordo del Dry Martini acompañado con un prosecco fresco y cruasanes recién salidos del horno, o al atardecer, cuando la luz dorada se extiende por el horizonte y las luces de Budapest se van encendiendo lentamente. También se puede disfrutar à deux, o sea, en pareja, con una botella de champán o ir hasta Szentendre si quiere pasar unas tres horas inolvidables.

Como alternativa, podrá disfrutar de las vistas desde el aire. Su propia avioneta despegará de Farkashegy, a las afueras de la ciudad, para sobrevolar y disfrutar de las vistas del Castillo de Buda, la Citadella y la Isla Margarita, pasando por las colina Széchenyi y Normafa y el punto más alto de Budapest, la colina János, coronada por el mirador de la torre Elizabeth. Otros viajes más largos incluyen vuelos por todo el Recodo del Danubio y el lago Balatón.

Budapest se puede sentir orgullosa, y con razón, de su cultura balnearia, pero ofrece mucho más que un chapuzón rápido y una sauna. Los balnearios más importantes se encuentran en lugares donde se asentaron los otomanos hace casi quinientos años. Uno de ellos es el Rác, en Buda. Aquí, János Nepomuk Heinrich de Ómoravicza, toda una autoridad en lo que respecta a aguas termales, construyó unos elegantes baños en el siglo XIX. Los miembros de la noble familia Omorovicza invitaban a distinguidos huéspedes extranjeros a disfrutar de las aguas, cuyos poderes curativos eran merecedores de su fama. Esto propició que Stephen de Heinrich de Omorovicza y su esposa, Margaret, jefa de gabinete de la embajada de Estados Unidos en Budapest, consultaran al científico ganador de un premio Nobel y experto dermatólogo, Albert Szent-Györgyi.

Más tarde, la pareja desarrollaría y patentaría un tratamiento único para el cuidado de la piel basado en minerales terapéuticos. Hoy día, Omorovicza es una marca líder que cuenta con tiendas en lugares de la talla del Palacio Gresham y una boutique en la avenida Andrássy. Allí, los terapeutas pueden aplicar tratamientos para la piel y mascarillas faciales para limpiar y purificar la piel en profundidad. Entre las diversas cremas y bálsamos que usan, se incluye una de color negro que se realiza con una especie de lodo húngaro y que elimina cualquier impureza sin dañar a la piel.

El primer restaurante de Budapest que ganó una estrella Michelin, el pionero Costes, ofrece también una experiencia de alto nivel: la mesa del chef. En su establecimiento hermano, el Costes Downtown, que también dispone de una estrella Michelin, los invitados pueden ver la cocina en acción mientras el personal prepara un largo menú en el que cada plato se marida con su propio vino, todo ello especialmente pensado para usted. Además de disfrutar de unos platos exquisitos, los clientes pueden contemplar lo que implica tener un restaurante con una estrella Michelin.

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