Cerca del parlamento, a orillas del Danubio, en la vertiente de Pest, se encuentra el «memorial de los zapatos», un solemne recordatorio de un capítulo negro en la historia de Hungría. El memorial honra a todos los judíos inocentes que fueron ejecutados y lanzados al río durante la Segunda Guerra Mundial. El hecho de que los zapatos estén vacíos, aludiendo a los que ya no están, resulta impactante.

La novela Sorstalanság (en castellano, Sin destino) de Imre Kertész se dio a conocer a nivel internacional antes de ser del todo reconocida en Hungría. Se trata de una historia semiautobiográfica que narra la experiencia de un joven judío húngaro de 14 años en los campos de concentración de Auschwitz y Buchenwald. Kertész recibió el Premio Nobel de literatura en 2002 gracias a esta obra.

Los siglos XIX  y XX  trajeron algunas de las mejores pinturas húngaras, que hoy en día se subastan por cantidades exorbitantes. Entre ellos destaca Mihály Munkácsy, quien logró fama a nivel internacional gracias a la recreación de escenas de la vida cotidiana, paisajes desgastados y grandes escenas bíblicas. Sus obras están expuestas por todo el mundo, pero la más emblemática probablemente es “La conquista ”, que hoy decora la sala del parlamento que lleva su nombre.

Otro artista magnífico de la época fue Pál Szinyei Merse. Con ilustraciones efervescentes de paisajes de gran profundidad y colores vivos, el artista representa el famoso movimiento plenairismo. Una de sus obras más conocidas es «Picnic en mayo».

El Lánchíd o puente de las Cadenas es quizá el legado más conocido de uno de los artistas más importantes del país: István Széchenyi. Széchenyi, un hombre pudiente, dedicó buena parte de sus esfuerzos y su fortuna a mejorar el país. Por este motivo, respaldó la creación del que hoy es sin duda uno de los lugares emblemáticos de Budapest, una auténtica obra de arte que ha soportado una turbulenta historia de guerra y adversidades.

El compositor, pianista de gran talento y director de orquesta Franz Liszt (conocido entre los húngaros como Liszt Ferenc) tuvo un gran impacto en todo el mundo. Prueba de ello es que la Academia de Música y el aeropuerto internacional de Budapest lleven su nombre. Quizá su trabajo más significativo es la «Rapsodia húngara» que creó a lo largo de su vida. Liszt es uno de los grandes músicos que se ha ganado un lugar en la historia. Piense en el magnífico etnógrafo y compositor Zoltán Kodály, quien tuvo la importantísima labor de enseñar música a grandes talentos. También tenemos a Béla Bartók, por supuesto, cuyas melodías y composiciones únicas son todavía hoy una delicia para los expertos en música.

El director István Szabó fue uno de los pioneros del cine húngaro. Su obra Mefisto, de 1981, fue la primera película húngara en recibir un Óscar. La película relata la historia de Mefistófeles y del doctor Fausto. El protagonista, Hendrik Höfgen, abandona sus principios, continúa actuando y se congracia con el partido Nazi, con el fin de conservar y progresar en su trabajo, y mejorar su estatus social.

Con El hijo de Saúl, el director László Nemes se unió al grupo de los cineastas húngaros más destacados. La película, ambientada en el campo de concentración de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial, muestra un día y medio en la vida de Saúl Ausländer. Tras recibir numerosos premios internacionales, El hijo de Saúl se alzó con el Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 2016, en la 88ª edición de los premios.

Domingo sombrío, de Rezső Seress, es probablemente la canción húngara más versionada por artistas internacionales, entre ellos, Billie Holiday, Sarah McLachlan y Elvis Costello. Se trata de una canción extremadamente triste, por lo que no es de extrañar que haya tenido un impacto tan significativo entre artistas de todo el mundo a lo largo de los años.

Victor Vasarely fue el artista húngaro-francés considerado creador e impulsor del movimiento «op art», que duró poco. Algunos consideran su obra Zebra, de la década de 1930, uno de los primeros exponentes de este género. Y cómo hablar de innovación visual sin mencionar a Robert Capa. Fotógrafo de guerra y fotoperiodista húngaro, sin duda el mejor, y probablemente el fotógrafo de combate y aventuras más conocido de la historia.

 

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